López Puccio: "Siempre hicimos el humor que nos hacía reír"
- culturacasatomada
- 8 mar 2021
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Casa Tomada dialogó con el histórico referente de Les Luthiers sobre su historia, sus gustos, su amor a la música y los proyectos que se vienen

Me gusta el humor. Me gusta poder compartir con grandes referentes del género y conocer su idea del humor, qué es lo que hace reír, cuáles son los límites. También me gusta conocer qué los marcó de jóvenes, cuáles son las raíces de su trabajo, y no hay artista argentino o latinoamericano que no me lleve a un mismo destino: Les Luthiers. Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos pasado horas viendo los videos de sus espectáculos. Algunos suertudos han podido ir a verlos a escena y desarmarse de la risa con sus interpretaciones. No hay persona sobre la tierra que no se haya maravillado con sus creaciones musicales, y seguramente no hay nadie en el universo que desconozca al célebre compositor Johann Sebastian Mastropiero. Todos amamos a Les Luthiers.
Como integrante de la agrupación, Carlos López Puccio fue declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires y condecorado con la Orden de Número de Isabel la Católica, otorgada por Juan Carlos I, Rey de España. En 2017 recibió el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades y le fue concedida la nacionalidad española por carta de naturaleza. En noviembre de ese mismo año, fue distinguido con el Doctorado Honoris Causa otorgado por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Es un genio, en todos los ámbitos en los que se ha desarrollado, aunque nunca nos olvidaremos que en “Añoralgias” sacó a pasear el bombo y no se dio cuenta de tocarlo sino hasta el final de la canción.
El maestro dialogó con Casa Tomada y se refirió a su amor por la música y el placer de hacer humor. Entre otras cuestiones, comentó que más que “cosas”, hay muchos “cosos” que lo hacen reír. “La lista es grande (y, como siempre, injusta): Quino, Fontanarrosa, Monty Python, Chaplin, Tricicle”, asegura el genial artista que forma parte de la agrupación Les Luthiers desde hace más de medio siglo, y ha dirigido diversas agrupaciones corales como el Coro Polifónico Nacional, entre otros.
- ¿Cómo llega usted a Les Luthiers?
- Uno siempre está en el lugar preciso en el momento justo, por lo menos así se cuentan todas las historias cuando ya han ocurrido. El grupo fundador necesitaba un intérprete de “latín”. Nos conocíamos con Marcos, con Masana y con Núñez del ambiente coral; yo era estudiante de dirección orquestal en aquel entonces, tocaba violín, algo de piano y viola da gamba, así que tenía cierta buena reputación. Me invitaron a tocar con el grupo en dos ocasiones: la primera en el '67, en cuanto se formaron. Se frustró porque yo estaba haciendo el servicio militar y el plan era grabar un programa de televisión con tiempos de los cuales un soldado raso no disponía. Así que tuve que rehusar. No obstante, reincidieron en 1969.

- La agrupación es parte del humor y la cultura argentina, pero también del mundo, ¿qué se siente haber sido parte de este fenómeno durante tantos años?
- A esta altura, más de cincuenta años después, Les Luthiers ha sido parte tan importante de mi vida que no puedo imaginarme habiendo vivido de otra manera. No inventé el grupo pero le aporté mucho: tengo mucho orgullo de ver a ese hijo crecido sanamente, sabio y aún exitoso.
- Muchos sostienen que la comedia implica un especial uso de la inteligencia, en ese marco hay distintos tipos de humor y el de Les Luthiers fue siempre considerado "inteligente", ¿esto implica un trabajo especial? ¿Es un mayor desafío?
- Sin mucha modestia: el humor de Les Luthiers no es sólo inteligente, exige trabajo, mucho trabajo. Es un humor mayormente pensado, elaborado, con mecanismos (un poco o mucho) siempre por arriba del tortazo, de la grosería, de la vulgaridad, del grotesco. Tal vez haga falta ser inteligente para construirlo y también para disfrutarlo plenamente, pero conozco unos cuantos humoristas que, aún siendo inteligentes, prefieren el resultado fácil.
- El trabajo del grupo es seguido por personas de diferentes generaciones, ¿para esto es necesario respetar determinados códigos?
- Siempre hicimos el humor que nos hacía reír. Los códigos y los límites los fuimos estableciendo nosotros mismos, dentro de la ética y la estética que nos exigía el humor que perseguíamos. No hemos hecho obras pensando en una franja de público, pero siempre nuestro humor contiene distintas capas de profundidad, códigos, guiños que perciben algunos y otros no.
- ¿Hay límites para hacer humor? ¿Determinados temas no se tocan?
- Para hacer el humor de Les Luthiers, el límite es el dolor ajeno. Donde a alguien le duele, no nos metemos. Esta pregunta me hace pensar en la anterior: los códigos internos de Les Luthiers son los mismos, pero el marco social ha corrido sus límites en distintas direcciones. Por decirlos más sencillamente: la manida “corrección política” no es un invento actual: siempre existió, pero los grupos minoritarios no tenían canales para mostrar su rechazo o su desagrado. La idea del dolor ajeno sigue valiendo. Ahora ese dolor puede verse en lugares y cantidades mayores. No somos ciegos antes ese cambio, por supuesto. Nos adaptamos siempre que no se quiebren nuestros propios valores.
- ¿Cómo ve a los "jóvenes de hoy en día"?
- Tengo la obligación etaria de afirmar que discrepo o que no entiendo varias cosas que los jóvenes hacen, piensan y dicen. Pero, con la sabiduría proveniente de esa misma condición etaria, estoy seguro de que no tengo la menor perspectiva como para valorarlos plenamente.
- ¿Y a los nuevos géneros musicales?
- No puedo opinar, soy muy anticuado y muy restrictivo. Mis géneros musicales preferidos siempre transitaron por un camino que excluyó prácticamente todo lo que no fuera música académica. He vivido, he crecido y me he emocionado con obras creadas más o menos entre 1700 y 1950. Me gustaron los Beatles, me gustó Piazzolla. Ignoro la diferencia entre rap, trap y reggaetón
- ¿Cómo afectó a usted y a Les Luthiers la pérdida de algunos de sus miembros?
- Tal cual: fue como si me hubieran cortado miembros. Daniel y Marcos fueron grandes amigos y compañeros de ruta, en los dos sentidos los extraño.
- ¿Cómo es la actualidad del grupo tras un año de pandemia?
- Esperamos ansiosos poder regresar a los escenarios; el elenco actual —con el cual ya trabajamos todo 2019— en especial. Vamos a estrenar un nuevo espectáculo (Mastropiezos de Mastropiero), el primero escrito en esta etapa. Lo escribimos Jorge (Maronna) y yo. Será un prueba de fuego: más allá de la posible recepción, para nosotros será motivo de una gran celebración: poder estrenar algo totalmente nuevo después de trece años (el último fue Lutherapia, en 2008)
- ¿Extrañan los escenarios y el contacto con el público?
- Mucho. El cariño de la gente, el escenario y el aplauso son una mala costumbre. Además, como integrantes de la humanidad, sufrimos la misma claustrofobia y ganas de retomar la antigua normalidad que la mayor parte del mundo.

- Usted se destaca también por la música de cámara, ¿cómo vive combinar esta vocación con el trabajo de Les Luthiers?
- Además de humorista, nunca dejé de ser músico. Siempre me reservé un espacio para poder canalizar mis ganas de hacer música sin el pretexto del espectáculo o la búsqueda de la risa.
- ¿Cree que el trabajo de la agrupación también ayudó a masificar géneros musicales a los que sólo accedían pocos?
- Landriscina, un grande y un querido amigo, nos dijo muchas veces que a él le había empezado a gustar la música clásica gracias a nosotros. Es algo que siempre nos divirtió porque nunca nos propusimos un objetivo pedagógico.
Luis Schlossberg
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