Consumo problemático de películas de terror
- culturacasatomada
- 18 oct 2020
- 3 Min. de lectura
Primera crónica sobre cine de Lucas George

Llega un momento en el que Chucky no es mucho más escalofriante que tu sobrino el día de su cumpleaños, o que preferirías la visita de Freddy en un sueño antes que el agobio de no haber pagado la última boleta de la luz. Incluso llega ese punto en el que los Critters y Gremblins terminan resultado hasta simpáticos; que no cualquier película de zombies genera adrenalina, algunas hasta llevan a la risa; que los vampiros pueden ser inverosímiles o que el asesino despiadado puede dar asco, pero no miedo.
Tal vez uno se pone cada día más exigente, se vuelve detallista, cuestiona guión y actuaciones. Suele ocurrir que hasta la iluminación es punto de crítica a la hora de evaluar una nueva película de terror que intente acelerar el ritmo cardíaco y generar desconfianza a la hora de mirar el espejo por lo que pueda reflejar o salir al patio en la oscuridad. Es como si nunca alcanzara y uno busca repetir la sensación en cuanta variedad del género se cruce: clásicos, cultos satánicos, fantasmas que atormentan, monstruos productos de mutaciones, leyendas urbanas universales, posesiones, naturaleza queriendo tomar revancha, propuestas de clase B, terror oriental, terror norteamericano, terror americano, terror psicológico, suspensos que rozan el terror, películas de Mirtha Legrand, la lista es infinita.
Son pocas las películas que pueden saciar el deseo del susto después de tantas horas frente a la pantalla. El objetivo es en próximas crónicas ir analizando de a poco cada género y ofrecer algunas recomendaciones. Mientras tanto, seguimos en esta declaración de principios ante un film “de miedo”, y creo que como base fundamental debería estar esta premisa: “Ver cada película desde el género que propone”. Sabemos que es poco probable un apocalipsis zombie, pero no por eso no vamos a estar alertas a su posible llegada, y entenderemos que en el mundo que plantea es lógico que los muertos vuelvan a la vida y nos quieran comer los sesos. Se entiende que la idea de Frankestein es poco factible de concretar, pero ¿qué te cuesta ver la peli y asombrarte con los milagros de la ciencia?
Tampoco cuesta mucho caer en la cuenta de que el humor puede combinarse con el terror, y que resulta hasta graciosa la exageración de sangre y triperío. Simplemente hay que ver cada película desde el género que propone. No todas serán “El Exorcista”, “Psicosis”, "Misery", “Mama” o “Get Out”, pero en el camino vamos aprendiendo lo que nos ofrece cada largometraje. Tampoco hay que ver los clásicos y desconocer el impacto que generaron en el momento de su estreno, claro está que no generarán lo mismo en la actualidad, con los avances tecnológicos que hoy nos ofrece la industria cinematográfica y el cambio en los ritmos de la narración que se dan con el paso del tiempo. En su momento "Nosferatu" generó impacto, a su tiempo lo hizo "El Resplandor" y en su oportunidad lo hizo "Proyecto Blair Witch".

Hay otros aspectos que también se deben tener en cuenta, que quizás no sean menores, y que tienen mucho que ver con la trama de cada película. Por ejemplo, que el final trágico genera impacto y deja como un saborcito amargo mezcla con nudo en la garganta, pero no por ello es el desenlace ideal. En algunos de los mejores films de este género en la historia terminan “ganando” los buenos y el villano obtiene su castigo. Tampoco tiene que ser una sucesión de tragedias que terminan venciendo al público por cansancio, ya el mismo Alfred Hitchcock lo planteó en su momento, que los ritmos deben intercalar escenas de tensión con las distendidas y hasta graciosas.
La música influye, no es recomendable ver sin sonido una película de terror, más allá de que los padres en su afán de proteger a sus hijos en la noche, para que no escuchen gritos o huesos quebrarse, terminan optando por mutear el televisor y entregarse a los subtítulos. La elección del encuadre y los movimientos de cámara también hacen su aporte, pero sin dudas, el ojo del director es clave. En esto me refiero a la decisión sobre lo que nos quiere mostrar. Quizás aquellas escenas más icónicas del cine están relacionadas a lo que no se ve, a lo que se desconoce. El asesino que está oculto, que sabemos que allí se esconde, que esperamos a que salga al descubierto, pero que nunca termina de verse. Algo así como mi sueldo.
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